sábado, 16 de junio de 2018

AR - 1 | RB - Un abrasador episodio de amor, luz y sonido - Por GOE


A través de la ventana miramos absortos, instintivamente, las gotas de lluvia. 


Hay un resplandor enorme en el cielo. Y después el formidable eco de un trueno... como si un gigante en el cielo,  despreocupado, hubiera dejado caer abúlicamente la aldaba de su puerta.¡BADOOOOOM!


Si salimos fuera, respiramos el olor de la tierra recién mojada. El aire tiene un olor distinto también. Sabemos muy bien que  en ese instante de tiempo, la realidad que experimentamos no ha cambiado. Es la misma que hace 12 segundos. Y aún así, se podría perfectamente figurar que el mundo y todo lo que hay en él, acaba de empezar. Tal es la magia del rayo y del trueno cuando laceran la piel de la tierra. Cuando menos, esa es la impronta indeleble que dejan en los sentidos.


Se sabe que los rayos nacen:

  1. en el interior de la nube
  2. entre dos nubes
  3. entre la tierra y una nube

Relámpagos, rayos y truenos no son lo mismo. Las tormentas eléctricas arrastran enormes nubes de disposición vertical a veces, los cúmulo-nimbos, en cuya base hay cargas negativas(-). Ésas ‘despiertan’ a las cargas positivas (+)de la tierra que hay bajo ellas, o por donde las nubes estén cruzando.


No hay que explicar mucho al hablar de cargas eléctricas (–) y (+). Se atraen sin remedio. La nube se mueve, cargada con cargas eléctricas (-) y arrastra consigo a las cargas (+) de la tierra. Las cargas (+) de la tierra siguen a la nube y pasan incluso por encima de árboles, edificios y personas. La concentración de ambas cargas: las perseguidas (-) y las perseguidoras (+), terminan por concentrarse y producen una tensión de 100 millones de voltios.


Cuando esto sucede, la energía explosiona y se esparce por el cielo. Se produce así una “descarga guía” que se ramifica en el aire con quiebros secos y zigzagueantes hacia abajo. 


El ojo humano no lo ve, pero hay acumulados centenares de amperios en esa telaraña de rayos. Cuando éstos rayos casi acarician la tierra, a alrededor de 100 metros de altura, las cargas (+) de la superficie de la tierra saltan hacia arriba al encuentro de la descarga guía. El choque, espectacular, conduce toda la energía hacia arriba usando el conducto ya creado por la descarga guía con sus ramificaciones y quiebros imposibles. Y mientras sube, el fogonazo es mortalmente bello. Y es, en este instante, cuando la descarga eléctrica baja de la nube hasta la tierra. Pero lo cierto es que sucede al revés. Sube de la tierra hacia la nube. Y como no hay pausas, rayos y descargas comienzan entonces a ir y venir con una locura vertiginosa entre nube y suelo.

 
El trueno es el estruendo que escuchamos después de ver el rayo. ¿Por qué vemos primero el rayo y después escuchamos el fogonazo? 


Esto es maravilloso. Fíjese. El aire no es muy amigo de la electricidad. No la deja pasar por las buenas. Se resiste a  ser atravesado por ella. Aunque tampoco puede impedirlo. Así que, cuando el rayo calienta el aire que lo envuelve - hasta 30.000 grados ºC -  lo obliga a expandirse. La brutalidad de esta acción crea ondas de choque con una presión entre 10 y 100 atmósferas que acaban en un violento eructo: el trueno.

Como sabemos, la luz tiene una velocidad mayor que el sonido. Por eso, lo que primero vemos es la luz, o el relámpago, y después la descomunal colisión de la electricidad con el aire: el trueno. 

¡Qué belleza encierra todo esto! ¡Cuánta complejidad y qué sincronización! ¿No le parece? Así que, cuando veamos el próximo rayo iluminar el cielo, piense en esto: somos más pequeñitos de lo que creíamos. 


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