lunes, 25 de noviembre de 2019

RB - 246 | La tabla periódica. La curiosa historia de los elementos

La tabla periódica. La curiosa historia de los elementos
Hugh Aldersey Williams
Ariel
Divulgación científica; Química
01/01/2013
512 páginas
ESPAÑOL
9788434405974
Tabla blanda
24€

Sinopsis

"No es un libro de química: contiene tanta historia, biografía y mitología como química, con ayudas generosas procedentes además de la economía, la geografía, la geología, la astronomía y la religión. He evitado a propósito comentar los elementos en su secuencia en la tabla periódica u ofrecer una descripción sistemática de sus propiedades y usos. Otros libros ya lo hacen, y bien". Hugh Aldersey Williams

Es un libro que aglutina hechos históricos y anécdotas alrededor de los elementos, sin patrón determinado, salvo el criterio del autor coleccionista y “fan” de la tabla periódica desde la niñez. La tabla es una creación humana para clasificar y cuantificar los elementos conocidos, que actúa de herramienta mnemotécnica para recordarlos.

 Su valor científico y didáctico es de primera magnitud, pero en este libro es una excusa para hablar de sus componentes, de cómo se descubrieron, de porqué se denominaron de esa manera y de que anécdotas o hechos provienen, a la vez que conocemos algunas de sus propiedades.

La tabla fue un invento, o mejor dicho, un descubrimiento de un ruso llamado Mendeléyev hacia 1869. Por aquella época eran pocos de los elementos que hoy conocemos los que ocupaban sus casillas, pero el ruso tenía la certeza de que esos huecos se irían rellenando en función del peso atómico de los futuros elementos que se fueran hallando.  Y así fue, una de las vertientes del libro es esa especie de fiebre por descubrir nuevos elementos y rellenar huecos de la tabla que desde entonces, hasta  bien entrado el siglo XX, poseyó a muchos científicos.

En el trabajo de este periodista y divulgador no hay ningún tipo de sistemática ni a la hora de ordenar los elementos, ni en cuanto al tipo de hechos que se cuentan a propósito de ellos. Las anécdotas son de corte histórico, científico o mitológico, pero también literarias, relacionadas con la arquitectura, la pintura u otras artes. Esta especie de anarquía generalizada para contar algo que por otra parte tiene mucho que ver con el rigor y la sistemática científica, nos produce la sensación de estar ante la obra de un apasionado del tema que va hilando hechos de manera espontánea y con vocación meramente divulgativa.

El tono que adopta en muchas partes es eminentemente periodístico, muy cercano al del autor narrador de un documental audiovisual. Lo comprobamos en episodios como en el que acude a la tienda especialista en elementos de la tabla periódica, o a un bosque a presenciar el proceso del la quema de leña para la obtención de carbón vegetal. En otras ocasiones Aldersey se pone en la piel de narrador histórico que emprende viajes geográficos y temporales con la excusa argumental de los elementos. Viajes como el de la búsqueda de El Dorado, o a las forjas de hierro medievales o al imperio chino, civilización que más usó el mercurio, incluso para recrear ríos artificiales en las fastuosas tumbas de sus emperadores.

Sólo conocemos las propiedades de los elementos de manera tangencial y a colación de las anécdotas y hechos con los que se nos presentan.  La muerte por arsénico de Napoleón o la anécdota de la perla que disolvió e ingirió Cleopatra, sirven, por ejemplo para conocer de manera distendida lo que los tratados de química expresan de manera más abigarrada para el lector lego. Otro dato curioso que aflora en muchos pasajes del libro es la sujeción a las modas de los elementos de manera que, dependiendo de las épocas, la utilización y precio de los distintos elementos fluctúan según su percepción social. Una percepción a veces arraigada a mitos y creencias ancestrales, que sobrevivieron como un componente folclórico incluso después de la sistematización y estudio científico.

En esta “Tabla Periódica” encontramos una lectura grata, en la mayoría de los casos rica en datos y hechos, que ayudan a acrecentar nuestros conocimientos en torno a estas piezas cruciales del puzle de la vida.

Hugh Aldersey-Williams es periodista y gestor cultural especializado en materias como la arquitectura, el diseño, la identidad nacional y la ciencia. Ha escrito libros que versaban sobre temas tan dispares como el Buckminsterfullereno ola arquitectura zoomórfica y ha sido comisario de distintas exposiciones en lugares tan emblemáticos como el Victoria and Albert Museum de Londres o el Moma de Nueva York.

 La tabla periódica es un caudaloso libro lleno de anécdotas, conocimientos multidisciplinares (desde la química más pura hasta la literatura y la historia) y un tono divulgativo ameno y cercano.

 Es un libro sobre cómo esos elementos fueron descubiertos, cómo cambiaron el mundo, cómo influyeron en el arte, de qué forma impulsaron los acontecimientos históricos más relevantes. Sin duda, en cada página de La tabla periódica (o casi) hay al menos una frase que debe subrayarse a lápiz, o incluso copiar en un cuaderno sobre cosas que no hay que olvidar jamás.

Tan solvente y entretenido, rivaliza perfectamente (y hasta supera en algunos tramos) al que hasta el momento consideraba el mejor libro sobre química divulgativa, precisamente también sobre la historia de los elementos: La cuchara menguante, de Sam Kean.

Los nombres de los elementos ya nos ofrecen algunas pistas acerca de sus orígenes, por ejemplo. Los elementos que fueron descubiertos durante la Ilustración fueron bautizados inspirándose en la mitología clásica: titanio, niobio, paladio, uranio, etc. Los que se encontraron durante el siglo XIX, reflejan la procedencia de sus descubridores: el alemán Winkler aisló el germanio, el sueco Nilson el escandio, la polaca Curie el Polonio. Y así todo.

El autor también se embarcará en un viaje para conocer a personajes contemporáneos obsesionados con los elementos. Hasta el punto de que hay quienes atesoran muestras de cada uno de ellos, e incluso existen mercados para abastecer esta afición cara, elitista y hasta cierto punto peligrosa (hay elementos ciertamente inestables o tóxicos).

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